Cuando me imagino a los 80, no veo una habitación llena de cajas de almacenamiento cuidadosamente etiquetadas, juegos de porcelana sin tocar o montones de recibos de cosas que apenas recuerdo haber comprado. En cambio, veo un diario de cuero gastado con páginas manchadas de tinta, fotografías que huelen ligeramente a agua salada y protector solar, y una mente rebosante de historias: historias sobre lugares que reservé por impulso, sobre conversaciones con extraños que se convirtieron en amigos, sobre la vez que me quedé arrestada por la belleza de un amanecer tan impresionante que me detuvo en seco.
Porque al final del día, la verdadera riqueza de la vida no está en las posesiones, sino en las experiencias que valen la pena contar y volver a contar.
En lugar de actualizar mi auto cada pocos años, reservo vuelos.
En lugar de comprar otro bolso de diseñador, reservo una villa en la Toscana con amigos.
En lugar de derrochar en el último gadget, reservo un viaje en tren por las Highlands escocesas.
Estar frente al David de Miguel Ángel en Florencia, y darte cuenta de que cada marca del cincel cuenta una historia de ambición humana.
Ver las auroras boreales danzar en el cielo islandés, como si el universo mismo estuviera pintando para ti.
Escuchar a una abuela en Kioto explicar la antigua ceremonia del té, cada movimiento un poema en sí mismo.
La salud puede limitar tus opciones. Caminar por Machu Picchu es más fácil a los 40 que a los 70.
Las responsabilidades cambian. El cuidado familiar o las restricciones financieras pueden aumentar.
El mundo cambia. Los cambios políticos, ambientales y los eventos globales pueden hacer que ciertos destinos sean más difíciles—o incluso imposibles—de visitar.
Curiosidad: ¿Qué lugar despierta mi imaginación? ¿Dónde puedo aprender algo nuevo?
Oportunidad: ¿Hay festivales, temporadas o eventos que solo ocurren en un momento específico?
Intuición: A veces simplemente sabes que un lugar te está llamando.
La tarde en Cartagena cuando seguí el sonido de la música salsa hasta un patio escondido.
La madrugada en Kioto cuando los cerezos en flor cayeron en mi té como confeti del cielo.
El picnic improvisado en la playa en Puerto Rico que duró hasta que salieron las estrellas.
La alegría de probar un plato nuevo por primera vez.
La amabilidad de un extraño que ofrece direcciones.
La emoción de reservar un viaje con nada más que esperanza y una mochila.
GALERÍA DEL SABOR DE MARIOLA
Desde la comida callejera más jugosa hasta bistrós escondidos, Mariola San Juan captura el alma de cada destino—bocado a bocado. Explora una galería irresistible de sabores del mundo, platos vibrantes y momentos culinarios que cuentan historias más allá del plato.
Inspírate con las aventuras gastronómicas de Mariola y los platos compartidos por su comunidad de viajeros foodies.
¿Tu próximo destino delicioso? Ya está reservado.
Discover the world through the eyes of a Puerto Rican soul with a Floridian heart.